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jueves, 30 de septiembre de 2021

Cuando parezca




Antecomienzo, de José Ángel Valente

No detenerse.
Y cuando ya parezca
que has naufragado
para siempre en los ciegos
meandros de la luz,
beber aún en la desposesión oscura,
en donde sólo nace
el sol radiante de la noche.
Pues también está escrito
que el que sube hacia ese sol
no puede detenerse
y va de comienzo en comienzo
por comienzos que no tienen fin.


Cuando creas



Llegará un momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el principio.

Epicuro de Samos

lunes, 7 de diciembre de 2020

Los elefantes




¿Por qué debería el sueño ser más misterioso que una mesa? ¿Por qué no pueden ser ambas cosas igual de enigmáticas?

Ludwig Wittgenstein

martes, 20 de octubre de 2020

Como el árbol talado



"Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas ,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida. "

MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)

miércoles, 14 de octubre de 2020

Le Mat (El Loco)

 



"Desde pequeño llevaba consigo un gran secreto bien escondido. Como si sintiera que algo no andaba bien en él en cuanto a ser humano. Era, pues, natural, que quisiera cambiarlo. Lo quería a hurtadillas, con todas sus fuerzas, avergonzándose un poco de este deseo como de una vida indecente. El deseo se parecía a una punzada de hambre que aúlla como un dolor bajo el corazón, o a un dolor pequeño que se despierta como el hambre en el alma. No se acordaba exactamente de cuándo había brotado en él esa velada ansia por el cambio en forma de una tenue fuerza incorpórea. Era como si se hubiera acostado con las puntas de los dedos pulgar y corazón juntas, y al vencerle el sueño, su mano hubiera caído de la cama y los dedos se hubieran abierto. Entonces se había despertado, sobresaltado, como si hubiera soltado algo. En verdad, se había soltado a sí mismo. Y el deseo estaba allí. Terrible, implacable deseo, tan fuerte que, bajo su peso, empezó a cojear del pie derecho... Otras veces le parecía que se había encontrado el alma de alguien revolcándose en su plato lleno de repollo y se la había zampado.

 

Así germinó en él ese algo misterioso y poderoso. (...)"


El último amor en Constantinopla. Una novela para la adivinación. Milorad Pavic. (1994) Ed. AKAL