Que nadie de joven dude en filosofar ni de viejo se canse de filosofar, pues nadie es demasiado joven ni demasiado viejo para la salud del alma. Decir que todavía no es el momento de filosofar o que ya no lo es equivale a decir que el momento de ser feliz no ha llegado o ya se ha marchado.
Por consiguiente, tanto el joven como el viejo deben filosofar: el primero, para que a medida que envejece se vaya rejuveneciendo con los bienes debidos a un sentido de gratitud que le producen los acontecimientos del pasado, y el segundo, para que se mantenga joven y anciano a la vez, gracias a que no teme los acontecimientos del futuro.
Epicuro de Samos, Carta a Meneceo 122 (D.L. X, 122; LS 25A)