Habitante de los anchos portales donde el laurel de la sombra oculta el arpa de la araña, donde losas académicas, donde las arcas y las llaves mudas, donde el papel caído recubre el polvo de frágil terciopelo.
¡El silencio dictado por tu mano, la línea entre tus labios sostenida, tu suprema nariz exhalando un aliento como brisa en las praderas, por gemelas vertientes recorriendo los valles de tu pecho, y en torno a tus tobillos un espacio pálido como el alba!
¡Eterna, eternamente un universo a imagen tuya! Con la frente a la altura de tu plinto, viniendo de aritméticas vacías como claustros, de cielos oprimidos como flor entre páginas, ¡eternamente! dije, y desde entonces, ¡eternamente! digo.
Beso a mi voz, que expresa tu mandato, la suelto y voy hacia ti, como paloma obediente en su vuelo, libre en la jaula de tu ley.
El trazo de tu norma, en el basalto de mi inocencia oscura, el paso de tu flecha ¡para siempre! Y hasta el fin tu soberbia. Sobre mí, solo eterno tu mandato de luz, Verdad y Forma.