El corazón primero pide placer. Luego, excusarse del dolor. Luego, pequeños analgésicos que adormecen el sufrimiento. Y luego, dormirse. Y luego, si ésa fuese la voluntad de su inquisidor... ...la libertad de morir.
Fluyo, fluyo como arena que corre entre los dedos. Tengo tantos sentidos, de repente, sedientos todos ellos, de diversas maneras. Siento que en cien lugares se me inflama y me duele. Sobre todo en mitad del corazón.