Sentían aun las celdas cerradas de los claustros demasiado cercanas a las risas y aullidos, así que se enterraron, profundos, en la tierra.
Cada cual respiraba con su luz el aire reducido de su cueva; se olvidó de su edad y de su rostro, y vivió como casa sin ventanas; cual si hace mucho hubiera muerto, ya no moría.